El transcurso del tiempo. Qué otra podría ser más extraña? Fluido incesante de implacable caudal, señor de lo que cambia y se metamorfosea, el tiempo es la ostentación constante de la no-fijeza de todo lo que es. Ritmos planetarios, solsticios, equinoccios, gestación de seres y obras, cuántas cosas no aparecen de igual maneras « ordenadas ». Segundos, minutos, jornadas, meses, años, siglos, milenios… concuerdan en un ritmo de vida que llamaremos, sin duda con cadidez, « la evolución ». Todas esas fracciones reflejan una matemática omnipresente, un universo de proporciones y de geometría revelada a toda escala del mundo visible. Nuestro mismo hálito y nuestro corazón son de ésto tributarios.
Ahora bien, el mundo y el tiempo poseen una arquitectura tan perfecta como incomprensible. Almocárabes de simetría y de contrastes, el laberinto de corredores confusos del tiempo, aparentemente, no nos ayuda a encontrar una vía evidente. Nunca se nos ha escapado tánto el sentido de la vida.
¿Cómo entonces pintar el tiempo, si lo que cambia constantement no puede estan fijo? De esta manera, se tratara mas bien de un asunto de trazos y de una pintura alusiva, metafórica, persiguiendo además como paradoja una incursión en lo que uno imaginaría a veces poder nombrar « lo intemporal ». Altura, anchura, profundidad, paisajes, personajes y símbolos, construidos sobre telas volantes y apergaminadas, hacen malabarismos con la loca pretensión de poder minimamente representar algo que sin embargo es primordial : la presencia, absoluta, que habita los seres y las cosas, y que se esmera de hora en hora a perpetuar la vida. De hora en hora incluira pues una decena de obras yendo de segundo en segundo, de minuto en minuto y de hora en hora, para seguir la pista a las huellas del tiempo hasta los confines de mares desconocidos.
Su conjunto sucede a la serie precedente Las puertas secretas como si el espacio de una de esas puertas hubise podido convidarnos a otro viaje pictórico. Entonces la pintura, eterno comenzar a imagen de la vida nos permite de igual manera lo siguiente : voltear infatigablemente el reloj de arena, como si se tratara de un derecho para siempre adquirido. Así, cada vez intentamos, aun torpemente, circunscribir un poco más nuestra esencia, esperando que esto sea un poco más que simplemente pasar el tiempo.
LE
DOUZIÈME DE LA TERRE
Óleo sobre tela (marouflage) y madera, 1,46m X 97cm, 1995
D’HEURES
EN HEURES
Óleo sobre tela, 1,22m X 2,44m, 2002
VOYAGE
SUR DES MERS INCONNUES À LA RECHERCHE DE LA RÉSOLUTION DU
TEMPS
Óleo sobre tela, 1,47m X 1,83m, 2002
LE GRAND ORGUE DE LA VENUE DES PERSONNAGES
Óleo sobre tela, 1,47m X 1,83m, 2002
AU BORD DU SOMMEIL
Óleo sobre tela, 1,47m X 1,83m, 2002
DE JOURS EN JOURS
Óleo sobre tela, 1,47m X 1,83m, 2003
DE
SIÈCLE EN SIÈCLE
Óleo sobre tela, 1,47m X 1,83m, 2003
LE
TEMPS
Óleo sobre tela, 1,47m X 1,83m, 2003
LA TRACE
DES PAS
Óleo sobre tela, 1,65m X 1,83m, 2004
De hora en hora